(Se recomienda leer con esta canción de banda sonora)
Es la mañana de Año Nuevo. Y te despiertas en una cama y en una casa que no son tuyas, pero que empiezan a serlo. Y es que cada vez hay más cosas tuyas por aquí. Por ejemplo, el chándal heredado de tu padre que te queda 6 o 7 tallas grandes; con el que la persona que duerme a tu lado siempre te dice que pareces Kurt Cobain mientras os reís y tomáis el desayuno.
También hay cosas que echas en falta, de tanto tiempo que últimamente pasas aquí, y que no tienes en esta casa. Como esas alpargatas roídas —pero que calientan tus pies— con el escudo del Real Madrid que están en tu casa —que cada vez es menos tuya—; y que esperas poder traer aquí cuando Los Reyes te traigan unas nuevas de parte de tu hermana.
Te levantas de la cama para no despertar a quien comparte tu lecho con tu insomnio matinal y te diriges a la cocina a la vez tuya y no. Quieres preparar café, quizá para compensar las muchas veces en los últimos meses en las que la situación de hoy ha sido la contraria y has despertado solo en la cama y con el olor a café recién hecho animándote aún más la mañana. Y, mientras te peleas con la máquina infernal, tan diferente a la cafetera italiana de tu casa cada vez menos tuya, sonríes; y te das cuenta de que estas cayendo en el tópico de hablar de las pequeñas cosas maravillosas que construyen una vida en común. Y te da igual porque es la verdad.
Te has despertado muy pronto para ser Año Nuevo. Y, quizá por la resaca —o por la levedad de ésta; nada que ver con la de otros inicios de año más tristes— o porque la persona con la que has pasado la Nochevieja sigue durmiendo, echas la vista atrás y rememoras los últimos doce meses. Y, al contrario de lo que suele pasar cuando vas teniendo una edad, el tiempo no ha volado.
El año ha pasado lentísimo.
Y te preguntas por qué. Y tras un rato de pelea entre el sopor y las ganas de escudriñar tu interior comprendes todo. Ha sido porque no has tenido prisa. Porque te has dedicado a vivir, no a prepararte para lo que vendrá. Has hecho lo que has creído conveniente en cada momento de este año. Teniendo claro a quien es a la única persona a la que debes fidelidad y a la que tienes que hacer feliz; tú mismo. Sabiendo que en la mayoría de las ocasiones tus decisiones serán las correctas para ti y para quien está a tu alrededor, pues te sabes buena persona.
Y es por ello por lo que has disfrutado, has saboreado, este año. Por lo que te decidiste a empezar este blog y dar a conocer a la gente las cosas, más personales o menos, mejores o peores, que escribes. Porque lo que escribes y haces es parte de ti. ERES TÚ. Y es por eso por lo que has dado todos los pasos necesarios para ser feliz en tu vida laboral y has dejado atrás muchas cosas que te hacían sufrir, día tras día y sin motivo aparente.
Y es por eso, porque te has dedicado a vivir, porque estabas disfrutando de tu mundo y de tu día a día, por lo que no estabas esperando a nadie que te salvara cuando ese alguien vino a compartir tu felicidad. Y, cuando llegó, no te dedicaste —o no mucho— a pensar si era la persona adecuada y tan sólo quisiste descubrirlo.
Y es por eso por lo que habéis comenzado el año juntos. Ya habrá tiempo de pensar en el siguiente.
Imagen: «The typical mornings aren’t so typical anymore» de Ben Seidelman
Música: «Cosas pequeñas» de Bambikina
No puedo estar más felíz de acompañarte en este cambio de rumbo que has decidido tomar en tu vida.
Sé que lo vas a conseguir y estoy segura de que vas a ser el mejor; primero porque te encanta y segundo, porque a concienzudo no te gana nadie.
Al final, tenían razón quienes me decían que terminarías llegando a mi vida. Sólo tenía que esperar al cambio de agujas.
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