“…esperando que más pronto que tarde dejes de llorar por él, me despido. Te quiere, Marcos.”
Mientras leía aquella carta en voz alta, no pude evitar sentir cierta pena por Marcos. El pobre siempre me cubrió de joyas, y me había querido mucho. Tanto que, cuando me aburrí de él, tuve que inventarme la nostalgia por Luis.

El mismo Luis que entonces me decía, riéndose como yo de la carta del pobre Marcos:
—¿Crees que habla en serio?
—Tranquilo, estas cartas son sólo una forma de llamar la atención. Marcos nunca tendría valor para eso.
Me equivoqué con el pobre Marcos.
Tuvo valor, y ahora es Luis quien llora por mí.
Imagen: «Old Letter» de Joana Bourne