Esas alas de plástico servían para volar. La metralleta, también de plástico, le servía para disparar. Y el coche para surcar las carreteras.
Luisito era un niño muy observador y todos sus juguetes plasmaban cómo veía el mundo. Por eso sus abuelos le vieron jugando a que Ken golpeara a Barbie sin parar.
Un mes después vieron cómo la ambulancia de plástico se la llevaba para que muriera en el Hospital de los Juguetes.
