
Cojo tu mano y salimos corriendo del Museo. Allá afuera, el Paseo del Prado está espectacular y las hojas de los árboles brillan como sólo lo hacen en la primavera de Madrid.
Debe ser porque quien los mira es un hombre enamorado.
Caminamos de la mano hasta Sol, como si estuviéramos flotando. Somos tan felices que hasta se nos ha olvidado ponernos las mascarillas. O al menos así me siento, porque todo me parece un sueño. Mejor, una excusa más para besarnos en medio de la calle. Y en el Kilómetro Cero, me arrodillo y te pido matrimonio.
De vuelta al Museo, sonríes educada y contestas:
—¿Es la primera vez que viene usted al Prado?
Imagen: Wikipedia
Siempre excelentes yerno
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