—Ese no es nuestro estilo de familia. Aquí siempre hemos hecho las cosas así, y no vamos a cambiar por ti. Así que harás lo que se te ordene.
La cara del Yerno era un poema:
—De acuerdo, aunque no lo entiendo. En mi casa…
—En tu casa haréis lo que queraís, pero esta es mi casa. Y en mi casa se ve así la televisión.

Obedeciendo a su suegro, El Yerno se sentó en el sillón. Y por primera vez sintió dudas respecto a María. Era cierto que era una chica estupenda, congeniaban en todo y hasta esa tarde pensaba que era la definitiva.
Pero no podía soportar que a María no le gustara ver la televisión colgada del techo.
Imagen: «Old television» de Michael Pereckas