Las besa con suma conciencia para no equivocarse, diferenciando siempre a quién besa en la boca y a quién en la mejilla. No quiere que su madre, que mira atentamente desde la puerta de la habitación, pueda pensar que no sabe distinguir a su mujer de sus cuñadas y sus hijas.
Podría parecer fácil, pero es un error que ya le ha ocurrido estando a solas.
Porque, aunque sea ya el hombre de la casa, sigue siendo incapaz de enfrentarse a la ira de su madre.
Lleva siéndolo desde el accidente de su hermana; justo el día que empezó a jugar con sus muñecas.