Le agradezco con otra sonrisa su mentira piadosa mientras se baja del coche, y doblo la apuesta:
—Yo también me lo he pasado genial. Tenemos que repetirlo algún otro día.

Arranco rápido bajo la lluvia y sólo pienso en llegar a casa para meterme en la cama. También pienso en que ni la chica de esta noche, ni cualquiera con las que he quedado últimamente, le llega a Elena a la altura de los zapatos.
No debí dejar de llamarla.
Antes de meterme en la cama le escribo un mensaje.
No puedo esperar. Lo haré ahora mismo.
En eso pensaba mientras tomaba mi última curva.
Imagen: «Water Street» de Paul VanDerWerf