—La propia de los buenos espantapájaros.
No sé de qué coño me habla Blanca. Tampoco estaba concentrado: me duele demasiado la cabeza. Presiento que algo espantoso va a ocurrir. Aun así, le sonrío. Está guapísima, aunque me mira preocupada. Tampoco entiendo lo que me dice ahora:
—Ayer se casaron nuestros tatarabuelos.
Está mirando con asco mi oreja izquierda. Noto algo saliendo de ella. Tiro de ello y, horrorizado, lo veo.
Un bicho violeta, parecido a un ciempiés, de unos diez centímetros de largo. Me pongo a llorar. Toco mi oreja, y sale otro. Y otro…
Despierto empapado en sudor. Blanca me abraza medio dormida.
Siento unos diminutos pies recorriendo mi mejilla.
Imagen:»Inch worm» de John Anes