Era lo único que podíamos hacer por él, dadas las circunstancias.
El caso es que empezaban a pesarle los años y se le notaba falto de ganas. Porque cuando cualquiera de nosotros —sus amos— aparecíamos por la puerta, se quedaba sentado en su sitio sin hacer el más mínimo ademán de saludarnos ni de hacernos una carantoña.
Como si ya no tuviéramos ningún poder sobre él.
Es la historia de siempre; al principio todo son saltos de alegría por habernos encontrado. Pero más temprano que tarde se acaban acomodando, no hacen lo que se les pide y, casi por su propio bien, hay que sacrificarlos.
Además, sus salarios son cada vez más elevados.
Imagen:»Leaving Winston home» de Austin Kirk
Very good!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me gustan mucho todos estos cortos
Me gustaLe gusta a 1 persona