Los zapatos vacíos querían decir algo. Estaba seguro. O quizá la cuerda que colgaba de la lámpara de la mesilla de noche. Cada objeto de la habitación podía ser una pista. Incluso las líneas dibujadas en la puerta del armario podían ser una pista.
Preguntó en voz alta para ver si aquellas marcas le podían ser de alguna utilidad. Una voz conocida le contestó:
—Si estuvieras atento, verías que esas marcas no sirven para nada.
Descalzo, y por primera vez derrotado, cayó en la cuenta:
—¿Cariño? ¿Eres tú? ¿Estás segura de que no sirven para nada?
—Claro que no. Tú mismo las empezaste a pintar hace más de un año.
Imagen: «A White room» de Richard Schatzberger