Desde el otro lado del planeta cada minuto es una tortura. Cada noche trato, sin éxito, de acercar mi continente al tuyo pero mi ordenador no tiene la suficiente memoria y nuestra conexión es muy débil.
Todo es ruido e interferencias en nuestra señal.
Nuestras diferencias horarias nos han convertido en dos desconocidos. La distancia y el cansancio mutuo nos evitan el roce, pero también el tacto. Tal vez ya no nos quede tiempo.
Sin embargo, hay momentos en lo que me giro y, viéndote dormir, aún creo que la salvación es posible.
Imagen: «Little Home» de UntergrundE
¡Me encanta!
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