Relato presentado y leído en Noviembre de 2016 en el Club de Lectura Ciervo Blanco -ciervoblanco.club – inspirado en la imagen superior.

Las dos mujeres iban cogidas de la mano, vestidas con sus trajes tradicionales e iluminadas por la primera luz del otoño vietnamita. Para rematar el encuadre, aquel extraño animal autóctono se había colado justo a su lado, a modo de escolta de las dos hermosas hembras.

Desde su escondite dio gracias a La Providencia por la magnífica casualidad. Entre eso y el chivatazo que había recibido la noche anterior, la foto le iba a quedar perfecta. Seguro que le acababa haciendo famoso.

Pero no podía negar que, mientras esperaba el momento adecuado detrás de aquel matorral, su conciencia estaba resultando un visitante un tanto incómodo. Sabía que podía evitar aquello.

Podía, pero en realidad no quería. Todo era poco por su país y, sobre todo, por su arte.

Cuando oyó a los lejos el ruido de los aviones, se acurrucó en su escondrijo y rezó para que ni las mujeres ni el animal cayeran en la cuenta de lo que se les venía encima. También pensó que, en otras circunstancias, tal vez le hubiera gustado conocer a la mujer de la izquierda, la de rosa. Además de guapa, parecía buena persona.

Por todo ello sintió una breve, pero intensa, punzada de remordimiento cuando el napalm empezó a llover sobre aquel campo en el que antes tan sólo se respiraba paz y belleza.

Duró poco la punzada. Tenía la foto perfecta.