Cuando le hablé del último sobre rechazado, el Jefe de la oficina de Correos montó en cólera:
—¡Si ese mequetrefe se cree que por ser sobrino del subsecretario va a repartir las cartas que él quiera, lo lleva claro!— y se dirigió raudo a reconvenirle en su actitud.
Sin embargo, cuando volvió sólo acertó a decir, con los ojos vidriosos: “Que haga lo que quiera. Merece la pena”.––
Desde entonces, siempre nos preguntamos a que estaría esperando El Favorito para hacer su trabajo.
Hasta que una tarde llegó un sobre con un nombre de mujer. Nunca vimos a nadie tan diligente en su misión.
Jamás volvió.
Imagen: «Envelopes» de Kevin Steinhard