Como si de una plaga venenosa se tratara, aquella negrura seguía extendiéndose delante de sus ojos, sin que nada ni nadie pudiera pararla.
Siempre se decía que tenía que ser más cuidadoso; que nadie está libre de cometer este tipo de errores de vez en cuando. Sin embargo, haberse puesto a escribir mientras comía y que el tintero se le hubiera derramado en su plato, dejando lentejas escondidas en algún lugar de la mancha que arruinaba su almuerzo, había hecho que Miguel hubiera tenido una idea brillante, en claro contraste con lo oscuro del panorama.
Ya sabía cómo comenzar su libro de caballerías.
Imagen: » Una mirada a los gigantes» de miestancia