—¡Cuánta fuerza y qué poca puntería!
Esa frase. No deja de resonar en mi cabeza.
Fue el primer reproche que me hiciste. En nuestra primera cita, mientras me enseñabas a jugar a los dardos en aquel pub irlandés. Entonces lo decías sonriéndome, tal vez por las cervezas que habíamos tomado. O quizá viendo mis faltas de otra forma; más indulgente, con más amor.
—¡Cuánta fuerza y qué poca puntería!
Esa frase. Mientras te veo marchar por la puerta. Mientras dejas este piso que ahora es un erial.
No deja de resonar en mi cabeza.
Imagen: «Darts» de Ted Van Pelt
Lo penoso es que a veces, esas experiencias son «De a Dos», pero esos recuerdos son «Sólo de Uno»
Buen Post!
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