No sé si tirarme a la piscina. Tú estás dentro y me miras, desafiándome a que me tire de cabeza y nade contigo. Pero cada vez que meto un dedo noto que el agua está helada y tú te alejas, pese a haberme insistido en que saltara. Y resulta que estoy a gusto aquí fuera, bañado por el sol y viéndote nadar.
Tal vez sea porque, a estas alturas, el agua todavía me da un poco de miedo.
Imagen: «Poolside» de Flickr