La Crisis es la Crisis

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— No acostumbro a entrar si no hay clientes.

—Me suda la polla lo que hicieras antes. Ahora aquí mando yo; y vas a entrar a esa sala ahora mismo y te vas a desnudar; aunque sólo te vayan a mirar Dios y la señora de la limpieza. Que para eso te pago, cojones.

Por lindezas como la de aquel jefe odiaba su trabajo. Pero la crisis es la crisis.

Curiosa que es la vida. La actuación más importante de su corta carrera profesional iba a ser la primera en la que no hubiera ni un sólo espectador babeante viendo cómo se quitaba esa mierda de ropa interior de encaje que le hacían llevar en los shows y que le era tan incómoda, hoy más que nunca.

Porque ella siempre había sido una persona sencilla. En todo, pero más incluso en el vestir. Del tipo de chica que lleva bragas y sujetador de algodón debajo del pijama, a modo de uniforme para pasar las noches de la forma más placentera que podía imaginar; viendo una película repanchingada en el sofá de su casa y atiborrándose a palomitas.

Pero la crisis es la crisis; y a pesar de que si por ella fuera se hubiera muerto de hambre, con la vida de Paulita no pensaba jugar.

Y mucho menos con lo poco que el padre de la cría había hecho por ellas dos.

Y es que cuando la niña nació no estaban casados. Nunca lo hicieron. Mantuvieron una relación de un par de años y cuando ésta se rompió Julián, más mal que bien, se fue haciendo cargo. Les iba dando una ínfima parte del dinero que ganaba en sus chapuzas y en sus jornales poniendo un ladrillo encima de otro. De sol a sol, como decía él a la más mínima queja.

Pero la crisis es la crisis; y ya no se construía en España ni siquiera una caseta de perro. Y fue irse a aquel país de mierda, a hacerle un palacio a un jeque de esos que con el sueldo de su limpiabotas podría alimentar a una ciudad pequeña española, y dejar de mandar el poco dinero que enviaba de cuando en cuando.

Y de ahí pasó a ni de llamar ni interesarse por ellas. Y de ahí la sorpresa y el escándalo que montó las primeras Navidades en las que vino, cuando se enteró de cómo se ganaba la vida para dar de comer a Paulita. Y de ahí la idea de reclamar la custodia. Y de ahí el juicio.

Y de ahí el número final en la actuación de esta noche.

Una pena que no hubiera clientes. Le parecía desperdiciar cinco balas. Y que al mundo le seguirían sobrando cinco salidos dentro de un cuarto de hora.

 

Imagen: «Capturing a Dream…» de Chris W.

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