Desde ese día nadie vende barquillos en el parque. Pensarás que el ejemplo es una idiotez, pero a uno la memoria le funciona como quiere. Y mis recuerdos de El Retiro, y por ende de Madrid, son de cuando cuando mi padre nos compraba barquillos en el parque, yendo a la Casa de Fieras a ver al oso, cuando visitábamos la ciudad en las navidades de mi niñez.
Desde hace más de cincuenta años no hay oso. Tampoco mi padre está, desde hace veinte. Ni el parque desde hace cinco. Y de Madrid sólo quedan cuatro ruinas que estudiarán nuestros nietos.
Nos creímos muy listos metiéndonos con los yanquis.
Imagen: “Parque del retiro” de Pimontes