— Prefiero las ratas.
— Comerás lo que buenamente te dé, Michi.
Que si la casa estaba oscura y húmeda por las goteras, que si hacía frío, que si nunca venía nadie a visitarlos… Estaba harto de las exigencias de Michi. Ahora al señorito se le habían antojado ratas. ¡Ni siquiera le valían ratones! ¡Tenían que ser ratas!
Sonó el timbre.
— A lo mejor tienes suerte, Michi, y el que llama es un vendedor de enciclopedias. Que sé que te encantan.
No eran como las ratas, pero los vendedores solían tener carnes prietas y sabrosas. Por eso Michi sonrió pasándose la lengua por los bigotes.
Imagen: «Black cat» de Anderson Carlos Bueno dos Santos