El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las hojas del seto. El aspersor hacía que huyeran despavoridas a lugares más secos para ellas. Fue una suerte, pues se salvaron de ser arrolladas por el cortacésped en su loca andadura sin conductor.
El ruido del choque contra la cerca despertó al vecino de su siesta de verano e, iracundo como era, no tardó en acercarse a la casa de al lado a pedir cuentas por el estropicio en su jardín.
No pudo desahogarse, pues lo único que vio fue un cuerpo inerte en el césped, con las gafas en la mano, llenas de minúsculas gotas de agua en los cristales.
Imagen: «Lawn Sprinkler»