— Deberías ver las rozaduras de mis talones.
— Luego las veo. ¿Qué tal ha dormido?
— Deberías ver las rozaduras de mis talones.
— Estamos espesillos hoy, ¿verdad, don Luis? Vamos a ver si nos lavamos y nos vestimos para el paseo, que hace una mañana preciosa
— Deberías ver las rozaduras de mis talones.
— No sea pesado, ande; que siempre se está quejando de los pies y luego nunca le pasa nada.
Don Luis, como cada mañana, repetía sin cesar la contraseña que tuvo con su hija mientras ella vivió.
Y todo para que doña Claudia nunca supiera lo que hacía su yerno en la intimidad del hogar.
Imagen: «Old Man Watching the beach» de Franck Michel
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